Bañar el alma
Para reconquistar el equilibrio personal es indispensable resanar el alma y restañar las heridas interiores. Esta urgente misión se realiza mediante la profunda y sincera meditación e introspección. Una de las formas preferidas por muchas personas la constituyen los diarios íntimos, donde se desvelan las luchas, esfuerzos y dificultades por -como expresó Henri-Frédéric Amiel- “bañar el alma”.
En efecto, el filósofo ginebrino señaló que su Diario íntimo es “como una confesión que apacigua el corazón, como un trabajo que ayuda a tomar conciencia de la propia vida, y permite hacer luz en el pensamiento”.
Añadió: “Es mi diálogo, mi sociedad, mi compañero, mi confidente. Es también mi consuelo, mi memoria, mi paño de lágrimas, mi eco, el depósito de mis experiencias íntimas, mi itinerario psicológico, mi protección contra el óxido del pensamiento, mi pretexto para vivir, casi la única cosa útil que podré dejar después de mi muerte”.
Para reforzar la importancia de esta labor, subrayó: “Vivir es curarse y renovarse cada día, y es también volver a encontrarse y reconquistarse. El diario nos devuelve el equilibrio. Es una especie de sueño consciente, en el cual, dejando de obrar, de querer, de estar tensos -y en sus últimas palabras destacamos el antecedente de una expresión muy al uso en nuestra época-, volvemos al orden universal y buscamos la paz. De esta manera escapamos a lo finito. El recogimiento es como un baño del alma en la contemplación, y el diario es un recogimiento, pluma en mano”.
El 21 de marzo de 1840, escribió: “Desde esta noche voy a dedicarme a un examen de mi vida. Lo pondré a punto y lo escribiré. Me orientaré, desde el pasado, hacia el futuro, y humillado por aquél estableceré una forma de renovar la vida”.
¿Resano mi alma?